Hemos sabido que los Reyes Magos cargaron sus camellos con tres regalos: oro, incienso y mirra. Al parecer, tienen su significado.
Oro es un regalo propio de reyes. El sentido aquí es que el nuevo nacido era un nuevo rey entre reyes.
El incienso tiene un alcance mayor. Si el oro es para mandatarios terrenales, el incienso es propio de dioses. Jesús -és el símbolo aquí- era, además de rey, Dios.
Finalmente está la mirra, sustancia aromática utilizada, entre otras cosas, para embalsamar a los muertos. ¿Por qué regalar mirra? Una de las posibles explicaciones es que de esta manera quien regalaba, seguramente Baltasar, realzaba la sorprendente naturaleza humana que el nuevo nacido tenía, además de la divina y el mencionado poder terrenal.
Los Reyes trajeron a Jesús lo más indicado para el momento de su nacimiento. No consta que José, el carpintero, escribiese una carta. Ni que María, en contacto de hacía tiempo con ángeles, les hubiese pedido algo.
Parece, pues, que la iniciativa y el monto fue decisión suya.
Espero pues que los Reyes hayan repartido a todos los lectores, con prudencia y generosidad, bienes que permitan y ayuden a crecer como personas, compañeros y ejecutivos.
Lo del carbón, que es un invento reciente, espero que no llegue.
Y si hay sospechas de conjunto vacío, puede venir bien una póliza aseguradora que evite la sensación de olvido.
Como sector… ¿qué se puede esperar de los Reyes?
Que cada uno valore cómo le van las cosas y si se siente satisfecho…