La tieta Maria

No poder asistir al funeral y entierro de la tía Maria me ha obligado necesariamente a reflexionar más sobre ella y animarme a compartir algunas ideas sueltas, recuerdos incompletos y sobre todo, sentimientos intensos.
La gran pregunta que supongo que nos hacemos todos cuando pensamos en ella o simplemente en el momento de enfilar la autopista o autovía en dirección a Mollerusa para visitarla (en mi caso -por cierto- contadísimas veces pero de intensísimas vivencias), era “¿Qué sentido tiene que esta mujer esté aquí? Encerrada… Con la de cosas que hay que hacer fuera”. Además del propio desafío de vivir, de trabajar, de hacer las cosas bien, de convivir con padres, hijos, vecinos o amigos… y sobre todo con la ingratitud inabordable de ser testimonio diario de decenas o cientos de injusticias a las que no siempre dedicamos ni la ilusión, ni la tenacidad ni el tiempo suficiente para mitigar …
 Bufff. Es la vida. Lidiar con lo bueno y con lo malo, en brega constante intento de no desintegrarse en el lance.
¿Por qué pues Tiamaría se nos fue a un convento?Voy a desgajar el fruto tal como lo entiendo.
En primer lugar. Si tenía dudas, cada vez que la veía, se me despejaban. La enorme sonrisa y entusiasmo delataban siempre sosiego y felicidad. Vaya pues por delante que su elección fue buena. Clarísimo.Después. Más hacia la esencia.
Estar dentro tiene su qué.
-Es un hecho que todos hablamos constantemente con nosotros mismos. Ella tuvo la manera de hacerlo de forma ordenada y constante. Sin duda, como persona creció mucho y llegó a entender mucho más la razón última de por qué seres humanos conscientes -bípedos implumes diría Platón- estamos aquí. Por eso no me extraña su mirada feliz.
-Estar ahí te debe llevar sin duda a un estado envidiable de simplicidad. El valor de lo simple es extraordinario. Los de fuera nos hacemos mil líos para explicar lo más básico. Ojalá nos acercásemos más a la esencia para descubrir que el mejor camino es el de hacer más que el de pensar. El economista Julien Simon decía “que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”.
-Esto me lleva a otro punto -crítico-: el de la utilidad social (¡vaya expresión más torpe!) de estar en un Convento de clausura. ¿Por qué? Para responder humildemente creo que lo mejor es contemplarlo desde la subjetividad para entenderlo e intentarnos meter en su cabeza y piel para explicarlo. La comunicación constante y la sumisión a Dios es, además de una forma de redención personal (renunciando a todo) una forma más de hacer crecer la bondad en el mundo. Y María hizo, estoy seguro, ambas cosas.
Lo que me lleva a la última línea. Ayer en el restaurante un camarero con el que tengo cierta complicidad me citó una frase célebre de no sé de quién que decía: “Si ríes, todo el mundo reirá contigo. Pero si lloras, llorarás solo”. Dicho de otra manera: “Si eres generoso con los demás contribuirás a hacer un mundo más generoso. Si te cierras en ti… nadie te necesitará ni echará en falta.
Gracias por tu ejemplo Tía María. He estado buscando un escrito que hice hace años después de una visita a Lleida y lo he perdido. Seguro que era mejor que este. En cualquier caso el esfuerzo ha valido la pena, que comparto inmediatamente con vosotros.

Nos veremos.