Desde mediados de 2018 es consejero delegado mundial de Areas, la marca global de concesiones de Elior Group.
Óscar Vela es sin duda una persona admirable…”Ragazzino dalla estrada”, chico de la calle, espabilado currante, como a él le gusta llamarse. Ni se da importancia ni le importa lo que piensen de él.
Parece frágil -por lo joven de aspecto y lo poco escénico-, pero que no se engañe nadie: es un bulldozer implacable. Un perfecto ejecutor que avanza con enorme fuerza y habilidad extrema hacia su objetivo.
Le gusta hablar de acción y de estrategia. Quizá es una habilidad que le viene de comercial forjado en grandes casas de gran consumo como la Nutrexpa de Gian Franco Santoni y la mucho más humilde Crecs de Vitaloni. Educación exquisita a la italiana que le ayudó a entender que, además de hacerlo todo bien, hay que saber envolverlo.
La materia prima era buena y la capacidad de aprendizaje muy alta. Óscar ha ido bebiendo lo bueno de todos los excepcionales jefes que lo han ido escogiendo. De equipos, motivación y hacer grande la empresa y a la gente por la costura del no-cabronazgo con el gran Mateo Ferrero, fundador de Lizarrán… Y los últimos años en Áreas, a saber todo lo que ha aprendido de fusiones, acuerdos, organización y política empresarial bajo la excelente influencia de Emilio Cuatrecasas y Pedro Fontana.
Sin duda, tiene ya todas las habilidades necesarias para manejar con destreza el negocio de este gran petrolero de las concesiones de Elior Group.
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A Óscar Vela le gusta hablar de acción y de estrategia, ha sabido aprender de grandes maestros y rodearse de un equipo comprometido, y encaja, como un servidor, en la cultura del ‘no cabronazgo’
Hace unos días, sentado en la sala del consejo de esta compañía, lo entendí de maravilla. Simplicidad es la clave. Ideas básicas que toda la gente entienda. Virtud de la que solemos carecer los analistas y los expertos consejeros que nos perdemos en la solemnidad y quedamos atascados en el análisis. Lo complejo suele ser perverso ya que de entrada luce, pero no suele llevarnos muy lejos. La estrategia -a la que suele acompañar el divismo- es cuestión de un plato que en su caso marida muy bien con el de las operaciones, que exigen herramientas, trasiego con grasa y lucimiento social escaso.
“¿Qué sentido tiene que en tu comité de dirección haya personas que te mientan? ¿Ir a una reunión sin preparación? Hay grandes líderes innatos que son como flautistas de Hamelín. Hacen sonar su flauta y todo el mundo les sigue… Otros, que no lo son, ganan la partida apretando las tuercas a tope…”. Óscar en cambio es de los que tienen ganas -«sin ganas hay poco que hacer»- y mete horas y horas porque la improvisación puede dar frutos, sí, pero sólo para una cosecha.
Mi interpretación simplona de su éxito pacífico se resume en dos:
- Saber separar el grano de la paja, simplificar, dejarse de cantos de sirena y asirse con firmeza a un plan de trabajo intenso con objetivos claros.
- Contar con el mejor equipo -fiable por ser honesto- competente y especialmente comprometido con el trabajo que está haciendo.
Sé que escribiendo este artículo le he jugado una mala pasada a Óscar, pero estoy convencido de que la reprimenda va estar compensada por el aplauso de muchos que, como un servidor, creen en los valores del no-cabronazgo.
(Cada día que pasa constato más el hecho de que si todos, competidores, jefes y equipo, piensan y hablan bien de algunos ejecutivos, directivos y empresarios es por algo muy básico: porque valen)
Antonio Agustín
Consejero, escritor y experto en distribución