… Y muchas más que tienen grandes poderes, como el de convertir, por ejemplo, una mañana gris e ingrata en un día soleado y agradable. Va por ellas.
Ellas son la secres de dirección general que tienen la llave para abrir con amabilidad el caparazón inexpugnable de la empresa y de sus superiores, pero también el derecho y la libertad de echar siete cerrojos -con suma habilidad- a la puerta imaginaria que hay entre su hilo telefónico o su email y el resto del mundo que desea contactar con la torre de mando.
Ellas (perdón por el género utilizado, pero son mayoría), además de la competencia gozan del máximo desarrollo del lóbulo izquierdo que les permite distinguir muy bien entre lo que se debe y puede hacer y lo que no. Entre lo bueno y lo malo.
En lo de la comunicación entre personas, es decir, de todo el mundo con el jefe o la jefa, mandan un huevo: deciden quién cuándo y cuánto tiempo se van a reunir con “él o ella”. Es decir, marcan los tempos.
Para los de “dentro”, sean de arriba o abajo, tienen que saber dar pistas. Y con los de “fuera” tienen que saber diferenciar muy bien amigos de enemigos, y entre estos, competidores disfrazados, reporteros malintencionados, gorrones varios o enteradillos.
Deben tener a todo quisqui identificado -fichado- para poder corresponder con la información, cariño y trato justo que se merece cada uno. Ni más ni menos. Amabilidad calculada con pie de rey para un pesado o un aprovechado. Aliento y expectativas para quien busca con ansiedad y no encuentra a Don Alberto, Carlos, Eugenia o Antonio y necesita contactar sí o sí.
Ellas construyen también el perfil y la idiosincrasia del CEO. Mejoran el perfil gris y en ocasiones cabrón de sus jefes
Sabemos que todas las personas que trabajan en una empresa son responsables de la imagen que acaba generando. Que cualquier empleado, independientemente del nivel jerárquico, acaba sumando o restando a la percepción que existe sobre la marca o la mercantil. Bien. Ellas suman a ello que, al dar la cara transformando el olvido, el mal rollo, el malhumor o la incompetencia del jefe o jefa, construyen también el perfil y la idiosincrasia del CEO. Ellas, sí, también contribuyen a mejorar el perfil gris y y en ocasiones cabrón de sus jefes (qué duro debe ser reconocer, al anochecer, que han contribuido a crear un “otro” falso o falsa (mejor) que supera la eficiencia, dulcifica el agrio carácter o incluso flexibiliza un tono vital frío y marmóreo. Dispuestas a sacrificar un poco -o mucho- de yo en favor de un él o ella más amable, inteligente, comprensivo y buena gente. Y todo, a cambio de un sueldo.
En sus batallas diarias luchan además contra un montón de elementos. Además de defender, como todos, el buen hacer en su puesto de trabajo, están en permanente beligerancia contra otros muchos elementos (hay muchos que opinan que es una función en desaparición progresiva): Contra la tecnología (teléfonos y aplicaciones que construyen poco a poco asistentes artificiales y cada vez más inteligentes), contra los vanidosos que se consideran de la razón superior del jefe, contra los que mienten con descaro para conseguir una confidencia, una cita o simplemente una pista, contra los pesados que erre que erre vuelven a la carga sin desfallecer, contra los soberbios que siempre tienen la razón…Y todo, sin perder el tiempo, que para todos es escaso.
Queda claro pues que:
- El trabajo de estas superasistentes es intenso y complejo.
- El cómo lo hacen permite mejorar el estado anímico de muchas personas con las que están en contacto.
- Suman virtudes -que no vicios- a las cualidades de sus jefes, contribuyendo a que la marca personal de su superior se acreciente, mantenga o perpetúe…
- Suman cualidades a su empresa y pueden mejorar la percepción general.
Hay quien se empeña en defender que ha pasado ya su época. Que son pasado…
Qué mal me sabe que el trabajo de orfebre (manejando con destreza la intuición) esté tan poco apreciado… ¡Qué bien nos iría si en la vida hubiera muchas Montses, Anas o Maricarmenes! A ellas deben mucho los grandes personajes que vamos repasando en esta sección y que han hecho muchas cosas y buenas.
Este es mi particular tributo a todas aquellas que he tratado y todavía trato y generosamente han mostrado sus ganas, simpatía y disponibilidad contribuyendo a mejorar mi estado de ánimo y hacerme un poco más feliz.
(Por cierto, lector amigo, si estás conmigo…¿te animas a pasar este escrito a tu Montse, Ana o Maricarmen?). 😉
Antonio Agustín
Consejero, escritor y experto en distribución