Antonio Agustín retrata a otro de los grandes de la alimentación en España, quien hizo despegar Cola Cao y creó un conglomerado empresarial.
No es broma que en el momento de escribir estoy escuchando nítidamente su característico acento y timbre de voz.
Educadísimo -a la italiana-, estoy también recordando su espectacular bronceado y pelo ligeramente rizado, en retroceso decoroso y peinado con raya primorosa.
Ex socio de la reputada consultora McKinsey, fue fichado en la Nutrexpa del Cola Cao, rompiendo moldes por parte de las familias Ferrero y Ventura en una época en la que los amos eran siempre CEO’s.
Contrataron a este peculiar y gran gestor empresarial, dándole las llaves de la puerta principal y haciéndole hombre todopoderoso de su casa. Al parecer, trabajando como consultor externo les cautivó.
Su paso siempre animoso y decidido acabó cambiando la impronta de una empresa casi exclusivamente monoproducto a otra antitética -conglomerado empresarial-, a base de revitalizar Cola Cao y crecer en surtido a través de numerosas adquisiciones de muchas y potentes marcas líderes en sus respectivas categorías como La Piara o La Granja San Francisco…
Creció, sí, creció, pero sin abandonar el corazón, en dirección a desarrollar un empresa referente que brillase como top de la alimentación española.
Era tremendamente inteligente. Lo notabas en su mirada que se iba aburriendo cuando le dirigías la palabra y no eras capaz de darle el contenido que necesitaba.
¿Sus claves? Hacer de la innovación motor ultrasofisticado y de la fuerza de ventas, la gasolina de máximo octanaje.
Parte de su secreto fue rodearse, cómo no, de los que entonces se perfilaban como “aspirantes” y acabaron siendo los mejores. Nos referimos a Oscar Vela (hoy CEO de Areas), Pablo Raventós y Fernando Fernández (hoy CEO de Pasta Gallo).
Y, cómo no, también en la sala de máquinas, de la fina eficacia de Edelmiro Costa, director comercial -quizá el mejor que ha habido en nuestro querido sector y al que prometemos dedicarle otro día el recuerdo que se merece- que llevó a cabo la enorme tarea de integrar vendedores y organizaciones, manteniendo las ventas en el óptimo y superando año tras año las del preciado Cola Cao (Cash-Cao en este caso en vez de cow).
Se sabía que el mundo de Santoni era de buenos y malos, sí, pero también que a su gente la mimaba y defendía hasta limites insospechados. Sus amigos estaban absolutamente fuera del mundo de la racionalidad rabiosa que utilizaba en el resto de frentes.
Gian Franco era un hombre de marketing y estrategia. No de finanzas o control. Adelante siempre, lanzado, buscando nuevos caminos… Avanti!!
Su dicción acompañaba a su visión casi siempre certera. Era lo que todos entendemos que debe ser un LÍDER ( con mayúscula por supuesto). Ideas claras con un punto de encandilador. Cuando hablaba con un punto intimidatorio, culto y con léxico sofisticado, todos callaban.
Carismático, educado, ceremonioso, de vestimenta llamativa, exagerada, pero elegante, lector de una partitura quasimusical, era conocido y tratado en su cuartel general como Il dottore:
-Caro Agustín, prego, tráteme como “usted” delante del equipo, si no le importa.
A raíz de una visita con un grupo de directivos, encuadrados en AECOC, a la Vicepresidencia del Gobierno de España, fue el único -lo aseguro- que iba vestido para la ocasión y también el único que no tuvo ningún complejo a la hora de dar su opinión. Así era.
Se impuso como objetivo crear un gran grupo de alimentación nacional…, pero, como casi siempre, sobraron los enanos dinamiteros que acabaron generando desconfianza en los dueños y propiciaron la secesión final de un enorme grupo empresarial. Desde el verano de 2014, las familias fundadoras rompieron lazos.
Nadie podrá negarle a Gian Franco Santoni que marcó un antes y un durante glorioso al que sucedió un después algo tristón.
Antonio Agustín
Consejero, escritor y experto en distribución