Federico Riera-Marsá: el Señor de las ideas globales y los detalles

Federico Riera-Marsá

Alma emprendedora, fundó a principios de los años 40 las Industrias Riera Marsá, célebres entre otros productos por sus cremas de arroz, flan Tamatina y levadura. Con los años se fusionó con la multinacional Standard Brands, después Nabisco, a la que representó desde la más alta tarima.

Fue el primer presidente de la Fiab (Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas), responsable máximo del nacimiento y arranque de Aecoc (con Juan Roig y otros) y también su presidente durante 12 años en el periodo 1984-1996.

En más de una ocasión se autocalificó como empresario de otra época y seguidor de la máxima de que es bueno compensar conciencia con ingresos y que es mejor que la mano izquierda no sepa siempre lo que hace la derecha. Presidió seguramente también por eso el hoy célebre Banco de los Alimentos.

Además de reconocimiento y condecoraciones varias, se granjeó la simpatía de colegas, clientes y competidores que con respeto inusual le llamaban Don Federico.

Listo, vivísimo, cautivador, alto y guapetón de ojos claros en años de grises y posguerra, encajaba con elegancia británica trajes de buen corte y cigarros de Fidel en aquellos tiempos -felices- en los que el aroma y el humo eran parte de la decoración y del paisaje.

Amante del detalle, elogiaba y regañaba con la maestría propia de un juez de paz de los de antes
Antonio Agustín

Amante del detalle, elogiaba y regañaba con la maestría propia de un juez de paz de los de antes. Siempre andaba buscando acuerdos.

No siempre tuvo fortuna. Familia feliz, sí, y muy satisfecho de sus hijos, enviudó de María Pilar prematuramente.

Dos anécdotas entre más de cien:

  • Si quieres conocer a tu socio o tu colaborador mira su mesa de trabajo y observa el montón de pendientes. Lo que da pereza y no apetece queda siempre para el final. Eterno mañana. Eso es lo primero que hay que abordar.
  • Es muy importante conocer a toda la gente que trabaja en tu empresa. Cuando entrevisté al que hacía el número 1.000 tuve la sensación de haber llegado al límite. A partir de ese día me fui retirando de la primera línea.

Hace ahora justo 10 años (22 de noviembre) que se bajó del tren y, especialmente en estos años de turbulencias, se añora y valora como nunca su legado: empresario con iniciativa y visionario, asociacionista constructivo (el estilo Aecoc y sus Congresos es uno de sus mayores pilares del sector del gran consumo), fomento de la generosidad compartida y bien entendida (el Banco de los Alimentos demuestra que hacer la cosas bien hechas ya es mucho) y el mejor estilo humano (accesibilidad, amabilidad, buen rollo y empatía). No todos nacemos altos y guapos, pero tenemos la posibilidad de aprender a ser generosos y simpáticos.

Ojalá hubiera muchos ‘Donfedericos’

Releo lo escrito y me sorprende que a pesar del propósito firme de contener los elogios… no he podido frenarlos. Concluyo que debe ser por algo y, por lo tanto, lo dejo tal cual. Corrijo únicamente comas, puntos y estilo (y me gustaría poder firmar como él, en verde, pero sería sin duda, apropiación indebida).

Ojalá hubiera muchos ‘Donfedericos’. Seguiré buscándolos porque estoy convencido de que con un talante similar al suyo, la convivencia y los resultados de los negocios serían otros. Sin duda, mucho más buenos.

Antonio Agustín
Consejero, escritor y experto en distribución